La Masonería y la Compra de Grados

 


¿Atajo o Ilusión?

Dentro del vasto mundo de la masonería, existe un tema que genera debate y opiniones encontradas: la compra de grados masónicos. ¿Es un atajo legítimo para avanzar en la Orden o un engaño que distorsiona los principios fundamentales de la fraternidad? Como en todo, hay luces y sombras en esta cuestión, y aquí analizaremos ambos lados de la moneda.

El Lado Bueno (O al Menos, la Intención Positiva)

Algunas organizaciones permiten avanzar en grados mediante contribuciones económicas, justificándolo como una forma de sostener la institución, financiar proyectos benéficos o permitir que los hermanos accedan a enseñanzas que, de otro modo, podrían tardar muchos años en obtener. Desde esta perspectiva, algunos argumentan que el conocimiento no debería estar restringido por el tiempo que alguien tarda en recorrerlo, sino por su capacidad y deseo de aprender.

Además, hay quienes ven la compra de grados como un mecanismo práctico en logias donde el tiempo y la disponibilidad de los miembros pueden ser limitados. No todos los masones tienen la posibilidad de dedicar décadas a la Orden antes de acceder a conocimientos más elevados, por lo que algunos creen que un sistema más flexible puede ayudar a mantener viva la enseñanza.

El Lado Malo: Lo Que Se Pierde en el Camino

La masonería no es solo un título o una colección de rituales; es un camino de aprendizaje, transformación y evolución personal. Un grado no es solo un número o una condecoración, sino el reflejo del crecimiento interno del masón.

Cuando un hermano obtiene un grado sin haber pasado por el proceso de aprendizaje y reflexión que lo acompaña, pierde la verdadera esencia del conocimiento. Se corre el riesgo de que la masonería deje de ser una escuela de formación moral y filosófica para convertirse en una estructura superficial donde los títulos valen más que la sabiduría real.

Además, la compra de grados puede desvirtuar la igualdad dentro de la Orden. La masonería enseña que todos los hermanos son iguales en el templo, sin importar su nivel económico o posición social. Si el avance depende del dinero y no del mérito, se rompe con este principio fundamental, generando desigualdad y debilitando el sentido de fraternidad.

¿Un Masón de Papel o un Verdadero Iniciado?

Más allá de los grados, la verdadera masonería se mide por la forma en que un hermano aplica sus enseñanzas en su vida diaria. Un masón auténtico no se define por cuántos grados posee, sino por su capacidad de vivir con honor, justicia y rectitud.

Quienes buscan la masonería solo para coleccionar títulos pueden llegar a la cima de la jerarquía, pero sin la profundidad de conocimiento que da la experiencia. Es como querer ser un maestro constructor sin haber aprendido a colocar un solo ladrillo.

Por otro lado, un hermano que ha recorrido cada etapa con esfuerzo y dedicación, aunque no tenga un grado elevado, lleva consigo una luz auténtica que le permite ser un verdadero ejemplo dentro y fuera del templo.

El Verdadero Valor de un Grado

El problema no es solo la compra de grados, sino la intención detrás de ello. Un grado masónico es un reconocimiento del crecimiento interior, no una simple condecoración.

La masonería nos enseña que todo lo valioso en la vida requiere esfuerzo, reflexión y trabajo personal. Intentar avanzar sin vivir el proceso es como querer cosechar frutos sin haber sembrado la semilla.

Por eso, más allá de los títulos, lo que realmente importa es la esencia del masón: su capacidad de aprender, enseñar, ayudar y crecer. Al final, el verdadero grado no se mide en diplomas ni en rituales, sino en la transformación que cada hermano logra dentro de sí mismo.

 El Camino es la Enseñanza

Más allá de si un sistema permite o no la compra de grados, lo esencial es recordar que el verdadero conocimiento no se puede comprar ni acelerar, solo se puede vivir y asimilar con el tiempo y la experiencia.

El masón que entiende esto sabe que la masonería no es un club de élite ni una escalera de títulos, sino un sendero de autodescubrimiento. Y en ese camino, lo que realmente cuenta no es qué tan alto llegues, sino cuánto has aprendido y cuánto has transformado tu vida con las enseñanzas de la Orden.

Así que, hermano, la pregunta es: ¿quieres avanzar rápido o quieres avanzar con propósito?

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