G.A.D.U

 


¡Ah, el Gran Arquitecto del Universo! O como lo llamamos con cariño y reverencia: GADU. Tres letritas con peso simbólico, místico, filosófico y hasta práctico. Y no, no es un dios secreto de los masones ni una app para diseñar templos en 3D, aunque más de uno lo haya confundido con una startup espiritual.

Déjenme, explicarles qué onda con esto del GADU… pero al estilo crudo, sarcástico y sin tanto incienso mental.

¿QUÉ RAYOS ES GADU?

GADU no es un nombre propio. No es Jehová, ni Buda, ni Quetzalcóatl, ni un alienígena iluminado que bajó a dejar planos de logias. Es un símbolo universal, un concepto paraguas para cualquier principio creador, ordenador, superior en el que creas… o al menos respetes. Es decir: si no crees en “Dios”, como lo entiende tu abuela, pero sí en un orden cósmico, en la energía del universo, o incluso en la razón como principio rector, ya puedes entender por dónde va la cosa.

La masonería lo adopta porque, bueno, suena más diplomático decir “GADU” que ponerse a pelear en medio del templo sobre cuál religión tiene la mejor teología o el mejor cielo con bufé libre.

EL MISTICISMO: O CÓMO DARLE GLAMOUR A LA IDEA

Desde lo místico, GADU representa ese gran misterio que no podemos resolver con Google ni con ChatGPT. Es el “algo” que está más allá del ego, del calendario y del noticiero. Es el punto de partida de la existencia, el ideal de perfección, el arquitecto invisible de ese plano que nosotros, los humanos, apenas logramos trazar con crayones.

Y claro, como buenos masones que amamos los símbolos, le ponemos compás, escuadra, luz, columnas y toda una obra de teatro iniciático alrededor, porque ¿qué sería de una buena ceremonia sin drama cósmico?

EL FILOSÓFICO: LA VERSIÓN INTELECTUAL DEL ASUNTO

Filosóficamente, GADU es la idea que nos recuerda que hay un orden superior al caos humano, y que si queremos acercarnos a la verdad, tenemos que construir con ética, razón y voluntad. Es como el recordatorio constante de que ser humano no es suficiente: hay que ser mejor humano. Y no, eso no se logra con frases de Paulo Coelho ni posteando frases de Buda con fondo de puesta de sol.

El GADU te pone frente al espejo: ¿qué estás construyendo? ¿Tu ego, tu cuenta bancaria o una vida con sentido?

LO PRÁCTICO: SÍ, TAMBIÉN TIENE USO TERRENAL

Ahora, bajemos del Olimpo. Prácticamente, GADU sirve para que todos los masones —creyentes, agnósticos respetuosos, y místicos de horóscopo— puedan trabajar juntos sin matarse por diferencias dogmáticas. Es una manera elegante de decir: “Aquí no se viene a rezar, se viene a reflexionar”.

También nos ayuda a no caer en el relativismo de “todo vale”. No, señor. Si no tienes un principio superior —llámese como se llame— te puedes perder entre los escombros del ego, la política barata y la logia convertida en club social con buffet.

LO BUENO… Y LO MALO

Lo bueno: GADU unifica. Nos da una brújula común. Nos obliga a mirar hacia arriba, pero no para idolatrar, sino para mejorar lo que hacemos aquí abajo. Nos saca de la caverna personalista y nos mete en una construcción colectiva, simbólica, ética. Nada mal para tres letritas.

Lo malo: Ah, pero también hay trampa. Porque como todo símbolo poderoso, hay quienes lo usan para disfrazar su dogmatismo. Algunos meten su “dios” personal por la puerta trasera y quieren imponerlo como si fuera el GADU oficial. Otros se llenan la boca con discursos pomposos sobre la divinidad universal… pero no distinguen entre espiritualidad y superioridad moral.

Y están los peores: los que dicen creer en el GADU, pero luego discriminan, chismean, manipulan y mandan el mandil al carajo cuando se trata de ética. Esos son como arquitectos que nunca agarraron un ladrillo: mucho plano y cero obra.

GADU es esa idea central que debería unirnos en la búsqueda de lo mejor en nosotros. Pero también es una prueba constante: ¿estás construyendo una catedral interna o una casita de ego con columnas de cartón?

Si vas a hablar de GADU, que no sea solo para sonar profundo. Que se te note en la vida. Que cuando salgas del templo, no dejes al arquitecto dentro, como si fuera una estatua decorativa.

Porque al final del día, el verdadero templo no está en la logia. Está en tu conciencia. Y ahí, el GADU no te pide velas ni incienso… te pide coherencia. Y esa, mis amigos, no se compra en Amazon.

Comentarios