"Que Nos Convirtió en Esclavos Modernos"
Hermano,
pásame el cincel y siéntate un momento, que hoy no vamos a tallar nada. Vamos a hablar de esa palabra que nos persigue como un capataz enojado en un taller profano: la utilidad.
Sí, ser útil. Ese mantra moderno que se repite más que los juramentos de los aprendices, pero con bastante menos conciencia. Desde que tenemos dientes, nos enseñan a ser útiles. A servir para algo. A no estorbar. A encajar. Y eso, Hermano mío, es una condena con forma de virtud.
La utilidad como herramienta del poder
La utilidad es la mejor correa que inventaron los amos. ¿Para qué usar cadenas si puedes convencer a la gente de que su valor está en lo que produce? El esclavo útil se vigila solo. Se levanta temprano. Rinde. Entrega informes. Pide disculpas por descansar. Y cuando muere, le ponen una lápida con su currículum.
Y nosotros, masones, que decimos estar en busca de la luz, ¿cuántas veces caemos en esa misma trampa? Decimos que trabajamos por el bien de la humanidad, que cada piedra se talla para edificar el Templo... pero dime una cosa, sinceramente: ¿cuántas veces te preguntas si ese bien común es tu bien, o solo una máscara más del sistema?
Filosofía del utilitarismo: el culto al rendimiento
El utilitarismo —esa corriente filosófica que dice que lo correcto es lo que produce más beneficio para más gente— suena bonito... hasta que te das cuenta de que en su lógica un árbol que no da frutos no sirve para nada, y un ser humano sin productividad es un error del sistema.
La masonería no busca la utilidad, busca el sentido
En nuestros rituales no se aplaude al más eficiente. No se condecora al más productivo. Se honra al que busca. Al que se pregunta. Al que se trabaja. Porque el propósito de la masonería no es formar obreros eficientes para el sistema, sino seres humanos despiertos, completos, libres.
Y la libertad, Hermano, muchas veces es improductiva. El alma no entiende de Excel ni de rendimiento por hora. El Iniciado no se mide en KPI ni se agenda en Outlook. Si el Gran Arquitecto hubiese querido obreros útiles, habría hecho autómatas. Pero nos dio libre albedrío. Con eso basta.
La espiritualidad de lo inútil
La rosa florece, aunque nadie la huela. El sol sale, aunque nadie lo mire. El ritual se realiza, aunque no se transmita por Zoom. Eso es lo sagrado: lo que no necesita justificarse.
Ser "inútil", a veces, es la forma más elevada de ser. Es un acto de rebeldía mística. Por eso el monje que medita en la cima de una montaña es tan valioso como el Hermano que construye escuelas. Ambos construyen el Templo. Solo que uno trabaja en el mármol, y el otro en el misterio.
No vinimos a servir, vinimos a ser
Así que la próxima vez que te preguntes si estás siendo útil, detente y respira. Pregúntate si estás siendo verdadero. Porque la utilidad es una medida externa, pero la verdad... esa la conoces tú, y el GADU.
Y si algún profano te exige rendimiento, dile con firmeza:
“Yo no soy útil. Yo soy libre.”
Y sigue trabajando… aunque no se note.
Comentarios
Publicar un comentario