¡Ah, Mitra! Ese compadre místico de la antigüedad que hoy pocos conocen, pero que en su tiempo fue tan popular como el reguetón en las fiestas. Y sin embargo, su sombra todavía ronda en más lugares de los que te imaginas… incluso en ciertos rincones de la masonería, aunque nadie lo diga muy fuerte (no vaya a ser que los más “ortodoxos” se nos desmayen en el templo).
Así que ponte cómodo, agarra tu mandil espiritual (o tu café, si eres profano) y vamos a desmenuzar al buen Mitra, su significado místico, filosófico y práctico, y de paso, lo bueno, lo malo y lo feo de cómo esa figura resucita en nuestra sacrosanta institución masónica.
¿QUIÉN DIABLOS FUE MITRA?
Mitra fue una deidad indoirania, después adoptada por los romanos como estrella principal del mitraísmo, un culto misterioso que floreció entre soldados y filósofos antes de que el cristianismo lo barriera debajo de la alfombra. No era un dios cualquiera: era el dios de la luz, los pactos, la verdad y la lucha contra el caos. Básicamente, el superhéroe de toga y capa que no necesitaba Instagram para ganar adeptos.
Y no, no era un hippie espiritual: Mitra mataba al toro primordial, derramaba su sangre para fertilizar la tierra y con eso traía vida y orden. O sea, un tipo con un toque de chamán, un poco de guerrero, y bastante de figura simbólica.
LO MÍSTICO: LA LUZ, EL SACRIFICIO Y EL “CLUB SECRETO”
En el plano místico, Mitra representa el esfuerzo individual por vencer la oscuridad interna. Sí, esa misma que tú escondes con frases como “así soy yo” o “nadie es perfecto”. Era una divinidad solar, sí, pero no del tipo “vamos a la playa a tomar el sol”, sino del tipo “enciende tu conciencia que andas bien apagado”.
Y ojo, su culto era iniciático: grados, ritos secretos, símbolos, todo muy en la onda de “te voy soltando la verdad de a poquito porque si te la digo toda de golpe te da una embolia espiritual”. ¿Te suena familiar? Claro que sí, primo, eso se parece sospechosamente a la estructura de la masonería… pero shhh.
LO FILOSÓFICO: HONOR, COMPROMISO Y GUERRA INTERIOR
Desde lo filosófico, Mitra era el símbolo del compromiso sagrado. Un tipo que no necesitaba contratos en PDF para cumplir su palabra. Su nombre estaba ligado al juramento, y en un mundo donde hoy la gente promete hasta amor eterno por WhatsApp y a la semana ya tiene plan B, ese valor hace falta.
Además, representaba la guerra interna del hombre consigo mismo: la lucha contra el ego, contra la mentira, contra la mediocridad. Todo eso que decimos combatir en el taller masónico… pero que a veces terminamos invitando a sentarse en la columna del medio.
LO PRÁCTICO: EL RITO, EL SÍMBOLO, Y EL HERMANO “QUE SE LA CREE DEMASIADO”
En la práctica, el legado de Mitra se cuela en la masonería sin que muchos se den cuenta: el simbolismo del sol, el sacrificio, el camino de grados, la fraternidad ritualizada. Hasta el hecho de reunirnos en logias que parecen cuevas sagradas —igual que los mitreos romanos— viene con aroma a incienso persa.
Y claro, siempre hay un hermano que se clava tanto en lo “esotérico” que termina más cerca de montar un culto personal que de pulirse como ser humano. Ya sabes, el que ve mitología hasta en el desayuno y se la pasa hablando de energías cósmicas mientras te tira indirectas pasivo-agresivas en la tenida.
LO BUENO: UNA LLAMADA A LA CONCIENCIA
Lo bueno de tener a Mitra rondando simbólicamente la masonería es que nos recuerda que esto no es solo teatro con mandiles y palabrería bonita. Es un camino de esfuerzo, de lucha contra uno mismo, de honrar la palabra y de encender la conciencia cuando todo a tu alrededor te invita a apagarla.
Mitra no era un dios cómodo. No te prometía bendiciones por portarte bien. Te decía: “Haz lo correcto, aunque te duela, aunque te cueste, aunque te deje solo”. Y eso, hoy por hoy, es más revolucionario que todos los hashtags del mundo juntos.
LO MALO: EL RIESGO DEL MITO MAL DIGERIDO
Pero cuidado, porque también está lo malo: idolatrar el símbolo en vez de vivir su mensaje. Convertir a Mitra —o cualquier figura mística— en una excusa para sentirte “iluminado” mientras le haces la vida imposible al hermano nuevo o al aprendiz que te contradice.
Y lo peor: usar el misticismo como máscara. Decir que “crees en la luz” mientras en la vida diaria eres más oscuro que un apagón. Ahí es cuando Mitra deja de ser una guía y se convierte en una excusa para el ego disfrazado de espiritualidad.
Mitra, como concepto, es oro puro para el masón que quiere trabajarse de verdad, no solo jugar a ser sabio. Representa compromiso, transformación, verdad sin maquillaje y lucha interior. Pero como todo símbolo poderoso, puede elevarte… o volverte un fanático con diploma de iluminación trucha.
Así que si vas a invocar a Mitra —aunque sea metafóricamente—, hazlo con la intención de construirte, no de vender humo. Que el toro que debes sacrificar es el de tu ignorancia, no el del vecino.
Y recuerda: no hace falta ponerse túnicas ni hablar en sánscrito para encender la luz. Hace falta honestidad, humildad y huevos (sí, así, directo) para enfrentarte a ti mismo. Porque como decía el viejo Mitra, sin sacrificio… no hay sol que valga.
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