La Guerra: El Gran Teatro de la Civilización (¿O de la Barbarie?)
Reflexión masónica para una sociedad que aún cree en las guerras justas
Vivimos en una época en la que la guerra ya no necesita razones, solo excusas bien envueltas en discursos elegantes. En nombre de la libertad, la justicia o la seguridad internacional, seguimos viendo cómo se destruyen naciones, se aniquilan pueblos y se convierte la vida humana en un número más dentro de un reporte militar o noticiero.
Como miembros de la Masonería —una institución que proclama la búsqueda de la verdad, la razón, la fraternidad y la paz— no podemos más que observar este panorama con una mezcla de asombro, tristeza... y sí, un poco de sarcástico desencanto.
Una humanidad tan avanzada… que sigue matándose
Qué ironía, ¿no? Hemos enviado sondas a Marte, inventado inteligencia artificial, descifrado el genoma humano… y sin embargo, seguimos usando las mismas excusas primitivas para justificar lo injustificable: la guerra.
Con un toque de cinismo sofisticado, los líderes del mundo lanzan misiles mientras hablan de paz. Y los pueblos —tan necesitados de sentido— aplauden, se enlistan o simplemente miran, impotentes, desde sus pantallas.
¿Guerra justa? ¡Por supuesto! Siempre que me convenga...
Seamos francos. Toda guerra, según quien la cuenta, es justa, necesaria y moralmente superior. Nadie dice: “vamos a invadir por codicia”, no. Se dice: “llevaremos democracia”, “protegeremos a nuestra gente”, o la favorita de todos los tiempos: “es por la paz mundial”.
Mientras tanto, los muertos no tienen ideología. Solo tumbas. Y los sobrevivientes, traumas que ninguna bandera puede consolar.
El hombre: constructor de templos y de tumbas
La Masonería enseña a pulir la piedra bruta, a edificar con sabiduría y servir a la humanidad. Pero el hombre moderno, ese homo sapiens armado hasta los dientes, ha preferido invertir más en destruir que en construir.
La guerra convierte al ser humano en lo que más tememos desde nuestras enseñanzas: un esclavo de sus pasiones, de sus miedos y de su ignorancia.
Y lo más absurdo es que tras cada conflicto se firma un tratado, se reconstruye lo destruido… y se prepara el siguiente enfrentamiento. Porque, aparentemente, nada nos une más como especie que un buen conflicto armado con himnos y aplausos.
Reflexión final (con una sonrisa amarga)
¿Acaso la guerra tiene algún beneficio? Sí, claro: para los fabricantes de armas, los especuladores, y los que nunca pisan el campo de batalla.
Para el resto de la sociedad, solo deja viudas, huérfanos, ruinas, odios heredados… y la ilusión de que algún día aprenderemos.
Desde la perspectiva masónica, la guerra es el más burdo de los fracasos humanos. Una renuncia total a la razón, al diálogo, y al verdadero progreso.
Pero, por favor, no dejemos de llamarla “operación de paz”. Que no se pierda la elegancia, aunque estemos enlodados hasta el cuello en sangre y contradicciones.
Seguiremos levantando columnas donde otros siembran ruinas.
Seguiremos creyendo en el ser humano, incluso cuando se esfuerza tanto por decepcionarnos.
Fraternalmente,
Un hermano con compás, escuadra… y un poco de ironía en el corazón.
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