Logias Jóvenes


¡Ajá! Hoy toca hablar de logias jóvenes, esas criaturas recién salidas del horno masónico, con sus integrantes flamantes, llenos de entusiasmo, ideas frescas… y una pizca de soberbia que a veces se nota más que el mandil mal colocado.

Prepárate, profano curioso o hermano experimentado, porque vamos a destripar (con cariño y sarcasmo) el significado místico, filosófico y práctico de una logia con puro masón jovencito —en edad, grados o ambos— y si eso es el paraíso del futuro… o una especie de kinder espiritual con complejo de superioridad.

LO MÍSTICO: LA LUZ... PERO CON FOCO LED

Empecemos con lo místico, esa parte sagrada que a los masones nos gusta mencionar con voz grave y ojos entrecerrados como si estuviéramos canalizando al mismísimo Hiram.

Una logia joven, desde lo místico, tiene hambre de luz. Es como una luciérnaga espiritual con complejo de faro. Quieren descubrir todos los misterios, hablar de chakras, física cuántica, los dioses egipcios y los arquetipos junguianos… todo en una sola tenida.

Y eso está bien… hasta que se les olvida que la masonería no es una playlist de Netflix espiritual, sino un camino serio de transformación personal. El misticismo no es lo que suena más profundo ni más esotérico: es lo que te cambia por dentro, aunque no lo puedas postear en redes.

LO FILOSÓFICO: MUCHA LECTURA, POCO PROCESAMIENTO

Los hermanos jóvenes llegan cargados de libros. Han leído a Manly P. Hall, a René Guénon, a Jung, a Alan Watts, y hasta a Dumbledore si hace falta. Se sientan en el taller con el aire de quien viene a iluminar al mundo, y a los diez minutos ya están proponiendo reformar la logia, cambiar los rituales, traducir el simbolismo al lenguaje millennial y hacer memes iniciáticos.

¿Y lo malo? Que mucha filosofía sin digestión produce algo peor que indigestión: pseudo sabiduría con ego inflado.

Quieren cambiar el mundo, sí… pero a veces sin entenderlo. Hablan de fraternidad universal mientras se enojan si no los dejan hablar cinco veces por tenida. Filosóficamente, las logias jóvenes tienen potencial brillante... pero necesitan humildad para que no se les derrita el foco.

LO PRÁCTICO: ¡ACTIVISMO, APPS Y RITUAL CON CAFÉ ORGÁNICO!

Ahora sí: el terreno práctico, el del día a día. Y aquí es donde las logias jóvenes brillan como TikTok viral.

Son activas, creativas, organizan eventos, hacen charlas, usan PowerPoint en el templo, crean grupos de WhatsApp, de Discord, de Telegram y hasta de memes masónicos. Algunos hasta diseñan su propio logo como si fueran una startup espiritual.

Tienen ganas de trabajar, y eso es oro puro. Lo malo es que a veces la energía supera la estructura. Hacen cosas muy rápido, pero sin la pausa necesaria para que todo tenga sentido. Cambian tanto que un ritual nunca es igual al anterior. Es como si la tradición les diera picazón.

¿ES BUENO O MALO ENTONCES?

Pues mira, una logia joven es como una chispa: brillante, energética, revolucionaria. Puede encender fuegos impresionantes o incendiar la casa entera. Lo bueno es que están motivados, no tienen miedo de hacer preguntas, traen aire fresco. Lo malo es que a veces creen que ser nuevo es lo mismo que tener razón.

Y peor aún, en su afán de romper moldes, terminan olvidando por qué esos moldes existían. No todo lo viejo está mal. No todo lo nuevo es bueno. A veces, cambiar por cambiar es solo otra forma de ego.

  • ¿Lo bueno? Energía, ideas, innovación, disposición al trabajo, ganas de estudiar, modernidad sin miedo.

  • ¿Lo malo? Impaciencia, falta de experiencia, exceso de ego filosófico, poca capacidad de escuchar, síndrome de “yo vengo a salvar la masonería”.

Y PARA CERRAR CON BROCHE DE COMPÁS:

Una logia joven no es ni buena ni mala por ser joven. Es buena si sus integrantes entienden que ser nuevo no significa saber más, sino tener la oportunidad de construir mejor. Es mala si se creen gurús antes de pulirse.

Porque al final, una logia —joven o vieja— es un espejo del trabajo interior de sus miembros. Y si lo que ves reflejado es arrogancia con mandil o ignorancia con frases de libro... pues más vale volver al taller del silencio.

Así que jóvenes masones: sigan con fuerza, con pasión, con ideas... pero no olviden el compás de la humildad. Que la luz no se mide por edad, sino por el brillo con el que uno se construye desde adentro.

Y si logran eso… ahí sí, les aplaudimos de pie. Aunque todavía no les demos la palabra cinco veces seguidas.

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